sábado, 11 de agosto de 2007

todas las azafatas van al cielo

"Teresa (Ingrid Rubio) está en el cielo. Trabaja y vive en su cielo de pantomima con pequeñas bandejitas de alimento congelado. Tiene miedo de una vida “allá abajo” en la tierra, un mundo poblado de hombres, amor, maternidad y familia. Ella más bien prefiere una vida de aeropuertos y vuelo eterno. Abajo en la tierra, encontramos a Julián (Alfredo Casero), un joven médico viudo quien debe ir a Ushuaïa, la ciudad más meridional del mundo, para cumplir con la promesa de esparcir las cenizas de su esposa (también azafata) en el lugar donde se conocieron..." (sinopsis del TILFF 2003).

Crónica de dos soledades. La de ella, que esconde su temor a la vida subiéndose a las nubes (no sabemos por qué); la de él, al que la vida le pesa demasiado. Dos animales hambrientos de ternura. Coinciden en la desolación de un paisaje vacío, blanco y frío. Allí, la mirada del otro les disuade de un suicidio desesperado. A partir de entonces se pierden, se buscan y se reencuentran: qué lástima que la historia termina cayendo en el lugar común de los finales felices.

Con la dulce fragilidad de Ingrid Rubio y el contrapunto explosivo de las canciones de Raffaela Carrà.


Todas las azafatas van al cielo, de Daniel Burman (2002). Esta noche, en La 2.

3 comentarios:

Javier López Clemente dijo...

En cambio yo volví a ver Guantanamera en mi DVD, una road movie cubano mortuoria, casi ná.

Salu2 Córneos.

Merlín Púrpura dijo...

No es una lástima que tenga un final feliz. Ya sé que es un lugar común aquello de "y comieron perdices -porque las codornices no les gustaban-". A lo mejor todos buscamos eso, un final (comienzo del resto) feliz, almibarado, que luego puede ser crianza, reserva, gran reserva, curado, semicurado... Como dijo Vinicius de Moraes, "No es eterno puesto que es llama, pero que sea infinito en cuanto dure".

tentetieso dijo...

Hola corneomirón. Las dos películas son latinoamericanas pero vaya contraste entre el fuego y la vitalidad (hasta en lo que toca a la muerte) de la comparsa de cubanos y el frío glacial de los dos personajes (casi) solos en la Patagonia. Viva la
variedad.

Claro que no hay comienzos y finales, Merlín, sólo puntos intermedios que se suceden. Y claro que está bien que haya momentos almibarados (todos son pocos). Pero qué quieres que te diga, que una película como esta termine con un final cerrado de parejita feliz amamantando sonrientes a un querubín no me encaja. Eso para las portadas del ¡Hola! Yo hubiera cortado un rato antes.

Saludos peliculeros.