lunes, 28 de abril de 2008

huellas



Las cosas no valen por el tiempo que duran
sino por las huellas que dejan.

                            (proverbio árabe)

jueves, 24 de abril de 2008

¿dónde se encuentra el amor?


"Supongo que muchos pensarán que un club erótico no es el mejor lugar para enamorarse. Pero, ¿por qué no se van a enamorar dos personas en un lugar donde nadie cree que existe el amor?".

Sam Garbarski, director de Irina Palm.




El amor se encuentra donde menos te lo esperas. Precisamente por eso, porque no lo esperas -y al revés: buscarlo con desesperación es una garantía de frustración. Posiblemente aparezca con la misma probabilidad en el ambiente más cultivado para el romanticismo que en el antro más sórdido, frío y despojado de sentimientos.

Hay cosas que van con la gente, con cada uno. Y no con el entorno -aunque pueda ayudar. Una mirada es una mirada, al calor del fuego de la chimenea o en medio del blanco gélido polar.

(Donde dice amor -¿qué es semejante cosa?- entiéndase complicidad, comunicación, calidez, compañía, amistad...)

miércoles, 23 de abril de 2008

irina palm

Las situaciones críticas desencadenan grandes cambios. Algunos muy evidentes: reacciones histéricas, desbordados ataques de locura pasajera. Otros, sin embargo, apenas son perceptibles. Seguramente estos últimos son los más importantes, porque son cargas de profundidad que rasgan en discreto silencio las entretelas más sutiles del alma. Abren diminutos poros en lo más recóndito del corazón. Poros que se irán ensanchando y dejarán ventilar cavidades hasta entonces cerradas. Quizá de momento el cambio sea imperceptible, pero es cuestión de tiempo que sobrevenga la revolución -interior, sin estruendo, pero revolución.

Crecer es ser capaz de dejar que se abran heridas y saber luego convivir con las cicatrices. En pocas semanas, una mujer gris (Maggie, nada menos que Marianne Faithfull) aprende a bofetadas lo que vale ella misma, lo que valen sus supuestas amistades, cuáles son las cosas por las que merece la pena luchar y qué motivos existen para seguir viviendo. En el camino, recupera su dignidad, su autoestima y deja que las razones del corazón salpiquen de poros su armadura.

Paradójicamente, son esos poros los que nos hacen más fuertes.




Irina Palm. Sam Garbarski, 2007.
(Página web oficial)

martes, 22 de abril de 2008

perspectiva



Mirando la ciudad desde lo alto, se aprende
que no merece la pena hacer grandes montañas
de las pegajosas miserias cotidianas.

------------

Barcelona, 4/4/2008

lunes, 21 de abril de 2008

poliedro


Los cuerpos pesan. La realidad también. La fuerza de la gravedad es la justificación científica del inmovilismo. Desplazarse obliga a hacerle frente, y eso cuesta. Cuesta trabajo. Y cuando no se tienen energías, se claudica.

Calma chicha. Aire pesado -también el aire pesa.

"...todo ser humano, la personalidad de cada uno, es como un cubo puesto sobre una mesa. Hay una cara que podemos ver todos (la de encima); caras que pueden ver algunos y otros no, y si nos esforzamos podemos verlas también nosotros mismos (las de los lados); una cara que solo vemos nosotros (la que está al frente de nuestros ojos); otra cara que sólo ven los demás (la que está frente a ellos); y una cara oculta a todo el mundo, a los demás y a nosotros mismos (la cara en la que el cubo está apoyado)."

Un día un golpe de viento revuelve la realidad, pone los cubos patas arriba y descubre las caras que estaban en la sombra. Y ya no es que se descubran las caras ocultas a los demás. Es que uno mismo se re-descubre. Las miradas al mundo, hacia afuera, están encajonadas en inevitables anteojeras, pero también las miradas hacia dentro; seguramente aún más las últimas: no hay idea más distorsionada que la de uno mismo. El soplo de viento -el tifón, quizá- lo vapulea a uno y cuando se recobra la calma nada es igual. La realidad no pesa tanto, pero también uno es más liviano (¿y si no por qué va caminando unos centímetros por encima del suelo?). El mundo se mueve.

Por un momento, la iluminación de las nuevas caras del poliedro despierta el temor por lo desconocido. Pero es sólo un momento: la desazón se esfuma al instante al reconocer en esas caras las mismas que ya recibieron la luz en otro momento, aunque la memoria fue rápida en arrojarlas al cajón del olvido.

(cita de Héctor Abad Faciolince, en El olvido que seremos, uno de los libros que tengo a medias, y que ya recogió Merlín Púrpura hace unos meses)

sábado, 19 de abril de 2008

paréntesis


De vez en cuando hace falta abrir un paréntesis. Intercalar un tiempo distinto, con otro ritmo, a ser posible en otro lugar. Para mirar lo que normalmente no se mira, para estar más atento a los estímulos menos cotidianos, para que los ojos nuevos saquen a la luz los relieves que siempre han estado allí, pero escondidos en la penumbra.

Lástima que la forma de vida que nos arrastra no permite romper fácilmente con la rutina cuando uno lo necesita.

Hace unas semanas unos pocos días de mar me sirvieron para abrir un paréntesis. La rutina volvió pero afortunadamente aún no se ha cerrado.