Tormenta de verano. El calor aprieta desde el punto de la mañana. Asfixia al mediodía. Agobia por la tarde. La presión crece. Tantas horas esperando el desenlace y, para cuando llega, cae una descarga tan intensa como fugaz. En menos de cinco minutos vuelve todo a estar como antes. El mismo bochorno, la misma pesadez. La lluvia ni ha aliviado el calor, ni ha relajado la presión, ni ha limpiado el cielo de nubes. ¿Tanta preparación para esto?
No te sulfures tú también -me digo. Y me dejo hipnotizar por el lento deslizarse de las nubes parduzcas que emborronan el cielo rabiosamente azul de la ciudad, perfiladas con los reflejos nacarados que les arranca el sol tardío.
La vida es cuando llamas
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Hubo un tiempo en que nos quisimos mucho. Pero éramos muy jóvenes y la vida
nos separó. Tuve que irme lejos y no pudiste seguirme, eran otros tiempos.
H...
Hace 4 meses
2 comentarios:
¡Hermosamente azules los mantos que cubren esos gigantes negros!
La naturaleza nos regala con cielos de mil colores, nos a-tormenta con calores y humedades y nos regala frescura y soles radiantes. O la luna de este amanecer.
Te felicito por tu blog y por tus tu talento fotográfico/literario.
Saludos azultormentosos
Hola Arthur. A ver cuándo pillas esa luna de la que hablas y la compartes con todos. Que ya sabes que algunos no somos muy de madrugar...
Y gracias por las felicitaciones pero las atribuyo simplemente a que me miras/lees con buenos ojos.
Saludos (hoy) soleados.
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