miércoles, 15 de agosto de 2007

el tiempo que no miden los relojes

(Hace nada colgaba en otra entrada un reloj mural que proclamaba: "No tengo tiempo". Unas saetas espontáneas lo convertían en un reloj parado. A pesar de ello, hay dos momentos al día en que, por casualidad, su tiempo particular coincide con el del común de los relojes.

Al tentetieso le sucede algo parecido. De vez en cuando. Y como se ha encontrado un cuento que lo describe estupendamente, pues aquí que va.)

El reloj parado a las siete, de Giovanni Papini (fragmento)

"En una de las paredes de mi cuarto hay colgado un hermoso reloj antiguo que ya no funciona. Sus manecillas, detenidas desde casi siempre, señalan imperturbables la misma hora: las siete en punto.

Casi siempre, el reloj es sólo un inútil adorno sobre una blanquecina y vacía pared. Sin embargo, hay dos momentos en el día, dos fugaces instantes, en que el viejo reloj parece resurgir de sus cenizas como un ave fénix.

Cuando todos los relojes de la ciudad, en sus enloquecidos andares, y los cucús y los gongs de las máquinas hacen sonar siete veces su repetido canto, el viejo reloj de mi habitación parece cobrar vida. Dos veces al día, por la mañana y por la noche, el reloj se siente en completa armonía con el resto del mundo. [...]

También yo estoy detenido en un tiempo. También yo me siento clavado e inmóvil. También yo soy, de alguna manera, un adorno inútil en una pared vacía.

Pero disfruto también de fugaces momentos en que, misteriosamente, llega mi hora.

Durante ese tiempo siento que estoy vivo. Todo está claro y el mundo se vuelve maravilloso. Puedo crear, soñar, volar, decir y sentir más cosas en esos instantes que en todo el resto del tiempo. Estas conjunciones armónicas se dan y se repiten una y otra vez, como una secuencia inexorable.

La primera vez que lo sentí, traté de aferrarme a ese instante creyendo que podría hacerlo durar para siempre. Pero no fue así. Como mi amigo el reloj, también se me escapa el tiempo de los demás. [...]

Yo sé que la vida, la de verdad, es la suma de aquellos momentos que, aunque fugaces, nos permiten percibir la sintonía del universo. [...]"

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Cuánta razón tiene! Si no fuera por esos pequeños instantes, que a veces se sienten infinitos, no nos sentiríamos en sintonía.
Hoy me ha hecho muy feliz la compañía real de personas que saben disfrutar de un vino, un plato de comida, una conversación trivial o seria... Pero sobre todo, de quien, como tú, me llena de ilusión el tiempo, el implacable, el que se va. Qué bueno que existe la conjunción, la armonìa, las secuencias. ¡Y seres humanos como tú! Ah, fenomenales las fotos del reloj/grafitti