miércoles, 8 de agosto de 2007

patentes y chupachús

(El tentetieso es un poco lento -siempre lo ha sido- entendiendo las cosas. Pilla más o menos de qué va una noticia pero, si se para a pensar, se le amontonan las interrogantes. Así que se ha puesto a investigar con un poco más de calma qué es lo que hay detrás de toda la polémica que involucra a la India, las empresas farmacéuticas -como Novartis-, los medicamentos genéricos, las ONGs y muchos enfermos en todo el mundo. Y como no conoce mejor manera de entender algo que intentar explicarlo, se ha puesto a buscar información y a tratar de ordenarla. Por empezar por alguna esquina, el tentetieso se ha preguntado por el sentido de las patentes.)

Las Leyes de Patentes tienen como objetivo proteger los derechos de empresas innovadoras que lanzan al mercado nuevos productos. Al evitar que nadie más se pueda aprovechar durante un tiempo de la nueva idea, la empresa innovadora monopoliza el mercado del nuevo producto, lo que le permite vender a precios que incluyen márgenes empresariales elevados. Se garantiza así un volumen importante de beneficios que, en unos casos, permite amortizar la inversión que la empresa haya dedicado a investigación y, en otros, simplemente supone un incentivo para agudizar el ingenio y realizar nuevos descubrimientos.

Para que algo se pueda patentar sólo se exigen tres requisitos: que sea algo nuevo, que conlleve una actividad inventiva y que tenga una aplicación industrial.

Un ejemplo cercano es el del caramelo con palo, uno de los inventos españoles más exitosos, ideado por Enric Bernat en 1958 e introducido enseguida en el mercado con el nombre de Chupa Chups. La idea era simple pero no se le había ocurrido a nadie antes. Protegidos los derechos de fabricación de este tipo de caramelos, los precios inciales del chupachús eran sensiblemente altos para aquellos tiempos -costaban casi lo que un periódico-, lo que además transmitía una imagen de calidad. Hasta 1974 ninguna otra empresa puede fabricar caramelos con palo. En ese momento expira la patente y a partir de entonces son muchas las empresas que empiezan a comercializarlos (con otras denominaciones, claro, aunque quedará para siempre el nombre genérico de chupachús) y además lo hacen a precios bastante más bajos.

El ejemplo anterior es deliberadamente inocente. Ahora bien, ¿tienen sentido las patentes que aseguran a una empresa la exclusividad de producción a precios elevados cuando se trata de medicamentos que curan enfermedades como el cáncer o como el VIH/SIDA?

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