Bajo su piel se amontonan tristezas y amarguras, las propias y las que absorbe de sus (malas) compañías, pañuelo infinito de miserias ajenas. La mala sangre se la llevan las venas. Las de La Magdalena son azules. Como las de las reinas.
Entre dos curvas redentoras,
la más prohibida de las frutas,
te espera hasta la aurora
la más señora de todas las putas,
la más puta de todas las señoras.
(otra vez suena María Jiménez)
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