martes, 10 de julio de 2007

mierda de artista (¿o no?)

En 1961 Piero Manzoni, tras el fracaso de una de sus exposiciones en Milán, decidió que si la burguesía milanesa lo único que apreciaba era la mierda, él se la iba a dar. Dicho y hecho: a partir de entonces se dedicó a envasar su propia mierda en noventa latas de conservas de 30 gramos. Eso sí, firmadas de su puño y letra.

Le salió bien la apuesta. Primero, porque las latas se vendieron a precio de oro (literalmente) a importantes museos y coleccionistas, como la Tate Modern de Londres -en mayo se subastaba en Sotheby's una lata por 124.000 euros, que no está mal. Pero, sobre todo, porque consiguió sacudir los cimientos del mundo del arte, como antes había hecho Duchamp con su célebre urinario. Desde entonces, esta obra es uno de los exponentes de la crítica a un mercado artístico donde tiende a importar más quién firma la obra que la obra en sí misma.

La historia recibe ahora una nueva vuelta de tuerca. Según Agostino Bonalumi, también artista y amigo de Manzoni, las latas no contienen más que yeso (por lo que se ve, nadie ha abierto todavía ninguna). Y se ha levantado la polémica: ¿un bulo? ¿una estafa? ¿una burla póstuma del autor?

Y digo yo: ¿qué más da? ¿El valor de la obra no está precisamente en denunciar el mercantilismo (¿arbitrario?) presente desde hace décadas en el mundo del arte? ¿Qué importa entonces lo que contengan las latas? ¿O pagaremos por ellas según el coste de los materiales? ¿Acaso la mierda es más valiosa que el yeso? Ah, perdón, si se trata de mierda de artista quizá sí... Han pasado cuarenta y seis años y estamos como al principio (y Manzoni riéndose allá en su tumba cada vez con más motivo).

(Aunque ha pasado a la posteridad por estas latas, la obra de Manzoni es más amplia y no menos subversiva. Atención a la elegancia conceptual de la Línea de largo infinita)

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