martes, 14 de septiembre de 2010

vacaciones de mundo



"Anhelaba unas vacaciones. ¡Pero unas vacaciones totales, en las que le dejaran en paz todos los imperativos, todos los "es muss sein"(*)! Si había sido capaz de descansar (y para siempre) de la mesa de operaciones del hospital, ¿por qué no descansar de esa mesa de operaciones del mundo...?"

(*) tiene que ser, debe ser.

Ya los filósofos clásicos (comenzando por San Agustín) hablaban de la tristitia post coitum para referirse al sentimiento de tristeza y vacío que se supone que sucede al orgasmo, particularmente en el caso de los hombres. Es el aroma que deja la conciencia de que, tras rozar fugazmente el cielo, hemos vuelto a caer de morros en el fango. Los biólogos le han dado una explicación científica basada en los cócteles hormonales que nos emborrachan al terminar el acto sexual.

¿Será este sentimiento tan prolongado -serena soledad, dulce vacío, silencio abrazador- que me invade estos días algo similar tras el orgasmo veraniego, una especie de vengativa tristitia post ludum?

En términos menos solemnes, podría describirse como la típica pataleta adolescente que acompaña al cierre del paréntesis estival, ese síndrome postvacacional tan manido en estas fechas. Pero hay ingredientes que no me cuadran: esa serenidad, esa dulzura, ese abrazo... Esas ganas de vacaciones de mundo...

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Milan Kundera: La insoportable levedad del ser. RBA, 1992.
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