"Todo sucede para bien" -dirá un optimista.
"Tout est au mieux" -ratificará Leibniz, susurrando al oído de Pangloss.
Y el Cándido de Voltaire fruncirá el ceño mientras mira de reojo la Lisboa devastada por el terremoto de mediados del XVIII.
Lo mismo que recela Paskaljevic en nuestros días, mientras otea el horizonte humeante de sangre quemada de su Serbia natal: "Efectivamente, Cándido, ser optimista es empeñarse en mantener que todo va bien, cuando en realidad todo está yendo mal".
(A principios del XX, Marx bien podría haber convenido con ellos que el optimismo es el opio de los desgraciados. Pero quizá con ese pensamiento se habría descubierto traicionando su propio ideario).
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Optimistas. Goran Paskaljevic, 2006.
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Llorad, llorad, valientes. Un texto de Irene Vallejo.
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*El duelo hay que edificarlo sin prisa, con ritmos arquitectónicos*. Más y
más, mes a mes. No es una enfermedad de la que curarse lo antes posible,
sino ...
Hace 3 semanas
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