lunes, 29 de marzo de 2010

ramos



Aquel domingo, en la calle de Alcalá la florista no paseaba arriba y abajo los nardos apoyaos en la cadera. Aquel Domingo de Ramos vendía por unas pocas monedas los ramos de olivo con los que en la iglesia de al lado se conmemoraría con alegría que el Salvador entraba en la ciudad. Sí, el mismo al que cuatro días después se condenaría a muerte, prefiriendo dejar en libertad a Barrabás.

Ya hace dos mil años que los buenos más buenos se convierten en los malos más malos en cuanto se meten en donde no los llaman; oséase, en terrenos donde no conviene -llámense viejos crímenes del franquismo o modernas corruptelas levantinas.

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Madrid, 5/4/2009.

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