lunes, 24 de septiembre de 2007

ríe, payaso

Los payasos son tristes. ¿Acaso no tiene tristeza la vida? Sí, la rechazamos, nos incomoda. No sé por qué. La risa y el llanto nos acompañan cada día, revueltos desde el primer café del desayuno.

Los silencios y las pantomimas de Marcel Marceau están emborrachadas de tristeza, igual que lo están los bizcochos de almíbar y licor. Por eso se le quiere. Porque esa tristeza es la destilación última -e íntima- de lo humano. La risa es contagiosa, pero la tristeza llega más adentro.

Generosos payasos que nos retratan cuando nos atrevemos a mirarlos de frente.



(Buscaba ayer una actuación del mimo pero no tuve éxito; hoy la encontré en La vida no imita al arte y de allí me la he traído. Rían y lloren, señores)

3 comentarios:

Alfredo dijo...

clara demostración de que los silencios son más expresivos que las palabras. Mentimos más con lo que decimos que con lo que callamos, y genios como este conseguían retratar la parte más íntima, más profunda, que todos llevamos dentro y a la que no siempre nos atrevemos a asomarnos.

Un saludo!

aljawarab dijo...

Hay que ser muy sutil para dominar el lenguaje de la gestualidad, pero a poco que te vayas entrenando descubrirás cuántos mentirosos y cuánta de farsa hay en este mundo.

tentetieso dijo...

Antaño las sirenas utilizaban sus cantos para atraer a los incautos marineros. Hogaño ya no hace falta cantar -la música es prescindible. Basta con articular palabras: la boca se nos llena con suma facilidad de palabras vacías, cuando no mentirosas. Lo mismo pasa cuando aporreamos un teclado para desgranar frases teñidas de convencionalismos y del dulce tufo de lo políticamente correcto y del bienquedar.

Me quedo, Alfredo y Al, con la creencia -probablemente ingenua- de que los ojos y las manos no mienten.