Este verano me ha sabido a menudo a melón desabrido,
a cierzo sin jersey,
a vino sin entrañas.
Menos mal de la petunia que acaba de florecer en el balcón, después de unas semanas de sol abrasador que no le dejaron levantar cabeza.
Menos mal de esa comida medio improvisada un domingo, o cualquier otro día, o después de un encontronazo fortuito en la calle.
Menos mal de alguna sobremesa intrascendente en una terraza a solisombra.
Menos mal de las llamadas telefónicas vespertinas porque sí.
Menos mal de alguna reunión nocturna alrededor de una ensalada, discusión juguetona incluida. Y de alguna convocatoria espontánea con ecos de terapia.
Menos mal de alguna que otra acogida en territorios ajenos. En la ciudad. En la montaña. O en el mar.
Menos mal de las botellas al mar lanzadas en forma de entradas en el blog, muchas llegadas a destinos imprevistos (siempre lo son). Y de las botellas recogidas que otros lanzaron.
Menos mal de la gente alrededor. De la chen alrededó.
La vida es cuando llamas
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Hubo un tiempo en que nos quisimos mucho. Pero éramos muy jóvenes y la vida
nos separó. Tuve que irme lejos y no pudiste seguirme, eran otros tiempos.
H...
Hace 4 meses
2 comentarios:
¡(se)me ha puesto la carne de gallina!
¡Menos mal!
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