La niebla inunda la ciudad con su efecto balsámico,
anestesiando el tiempo, borrando el mediodía.
Pero no consigue apaciguar el pálpito nervioso
de quienes arrastran lastres demasiado pesados
como para conseguir levantar los pies -las raíces- del suelo.
Llorad, llorad, valientes. Un texto de Irene Vallejo.
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*El duelo hay que edificarlo sin prisa, con ritmos arquitectónicos*. Más y
más, mes a mes. No es una enfermedad de la que curarse lo antes posible,
sino ...
Hace 20 horas
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