-Lo confieso, Orlando. Usted para mí es y siempre será, sea hombre o mujer, la maravilla, la joya y la perfección de su sexo. Le ofrezco mi mano.
-Oh, Archiduque, es muy amable por su parte. Pero no puedo aceptar.
-Pero yo... soy Inglaterra y usted es mía.
-Ya veo. ¿Y por qué razón?
-Porque la adoro.
-¿Y eso significa que le pertenezco?
-¿Me está rechazando?
-Sí, lo siento.
-¡Orlando! Con su historia, ¿quién va a quererla? ¿Se da cuenta de lo que está rechazando? Con su ambigua sexualidad, que estoy dispuesto a tolerar, esta es su última oportunidad para ser respetada.
-¿No me diga?
-Morirá solterona, pobre y sola.
-¡SOLTERONA! ¡SOLA!
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Orlando. Sally Potter, 1992.
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Llorad, llorad, valientes. Un texto de Irene Vallejo.
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*El duelo hay que edificarlo sin prisa, con ritmos arquitectónicos*. Más y
más, mes a mes. No es una enfermedad de la que curarse lo antes posible,
sino ...
Hace 4 semanas
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