sábado, 12 de diciembre de 2009

sevillanas (pero clásicas)

El mundo es tan grande, que hasta los rincones resultan inabarcables. El de las sevillanas parece que es uno de esos rincones mucho más profundos de lo que aparentaban a un simple -ignorante- golpe de vista.

A uno, que no es amigo de sevillanas -ni tampoco de jotas, no se trata una cuestión nacionalista- no le queda más remedio que descubrirse ante la interpretación al piano y a la voz de Manuel Pareja Obregón y los pasos de baile de Matilde Coral, Rafael el Negro y la hija de ambos, Rocío. Saura prescinde de cualquier floritura para quedarse con el tarro de las esencias. Las que deja en el aire el movimiento orgulloso de Matilde y en el suelo el contacto sublime de unos pies que más que bailar parecen sentar cátedra. Y también las que desprenden las manos de Manuel que, como dice alguno, vibran con la misma cadencia de la voz. Probablemente porque el artista es demasiado grande para caber en un cuerpo tan enjuto.



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Sevillanas. Carlos Saura, 1991.
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