La última vez que acudí al hospital a que me sacaran sangre, la enfermera me regaló un chupachús. Un simpático Pom-Pito. Aún lo guardo. Cualquier cosa serviría para aliviar un momento ya de por sí desagradable, y más para alguien que odia los pinchazos. Pero el chupachús (y la sonrisa que iba detrás) fue más de lo que podía esperar.
Para que luego digan que no hay gente encantadora por el mundo.
Por eso hoy mi lazo rojo del Día Mundial contra el SIDA tiene forma de chupachús. En recuerdo de aquella enfermera y de toda la gente que, como ella, hace que el paso por los servicios de salud (y por el mundo en general) sea algo más dulce.
Llorad, llorad, valientes. Un texto de Irene Vallejo.
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*El duelo hay que edificarlo sin prisa, con ritmos arquitectónicos*. Más y
más, mes a mes. No es una enfermedad de la que curarse lo antes posible,
sino ...
Hace 4 semanas
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