Vistos desde arriba, nos debemos de parecer a un bote de canicas arrojado al suelo. Cada una lleva su trayectoria en lo que parece un enjambre caótico. De vez en cuando los caminos de algunas se cruzan. A veces el encuentro absorbe sus fuerzas y se quedan inmóviles mirándose la una a la otra, impávidas. Otras veces el choque multiplica su energía y salen disparadas en direcciones opuestas. Como si trataran de olvidar aquel contacto fugaz. Aquel beso espontáneo en la nieve.
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A kiss in the snow. Frank Mosvold, 1997. (Corto)
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Llorad, llorad, valientes. Un texto de Irene Vallejo.
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*El duelo hay que edificarlo sin prisa, con ritmos arquitectónicos*. Más y
más, mes a mes. No es una enfermedad de la que curarse lo antes posible,
sino ...
Hace 3 semanas
1 comentario:
¿Hay besos de esos? ¡Ojalá!
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