"Se sufre, ¿pero se aprende? Pues no lo sé. Dicen que los años dan experiencia, que un mal trago enseña qué tragos futuros evitar y que tropezar con la misma piedra puede hacer que la próxima vez pongamos los brazos por delante para mitigar el golpe. [...]
Sin embargo, hasta hace dos días, si sufrías es que algo te faltaba. [...]
Ojalá el sufrimiento deje de estar mal visto, y podamos acompañarlo de una copa y un cigarrillo."
Begoña Huertas (Público, hoy)
Como si estuviera mal vista la sed. Qué mayor placer que un sorbo de agua cuando el calor ha deshidratado la garganta y la lengua va camino de secarse como pasa al sol. El aguacero se disfruta infinitamente más cuando calma la sed que cuando llueve sobre mojado. El agua para el encharcado se vuelve insípida (más de lo que lo es), cuando no cansada.
Claro que también al revés. Después de la inundación sienta bien el sol que acartona el suelo y el gusanillo en el estómago es bienvenido después del empacho.
Así que la felicidad es un dulce que se agradece cuando sucede al sufrimiento pero que empalagaría en otro caso. Será también que el sufrimiento sólo tiene sabor acre cuando se ha saboreado primero el almíbar. Solos ninguno de ellos existiría, sus siluetas se confundirían y el placer se evaporaría como la primera gota de una tormenta de verano. En tal caso, la amargura se convierte en un testimonio tardano de la felicidad.
Todo lo cual sonará a mezcla de justificación de la sequía y de apología de la resignación. Y encima sin copa ni cigarrillo.
Es lo que hay.
La vida es cuando llamas
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H...
Hace 4 días
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