domingo, 21 de febrero de 2010

neuras


Empiezas por sentir una ligera molestia en el hombro izquierdo. Quizá un mal gesto, un golpe... Algo fortuito que ahora hace protagonista a esa parte de tu cuerpo que normalmente no sientes. Y piensas que es cosa de unos días.

Pero no, pasa una semana y ahí sigue. No solo sigue ahí, sino que parece que se va extendiendo. Por un lado hacia el brazo, la parte interna del brazo. Por otro, hacia el pecho por algún conducto interno que no identificas (y que tampoco sabías que estaba allí). A veces es un dolor sordo, a veces unos leves pinchazos.

De repente caes en la cuenta de que por ahí habita el corazón. Y su andar rítmico empieza a hacerse presente como nunca. Sientes su volumen rotundo. Sientes sus paredes fibrosas. Sientes el bombeo imparable de la sangre. Y detectas alarmado que en alguna parte del mecanismo hay un cable suelto. Algo no funciona como debería. El dolor se concentra ahora en el corazón y comienzas a ponerle nombres: angina de pecho, infarto de miocardio... Palabras cuyo significado conoces solo ligeramente pero que sabes perfectamente ligados al corazón... y a la muerte.

Tratas de calmarte pensando que, a pesar del paso de los días, sigues vivo. Así que no puede ser para tanto. Pero los antecedentes familiares directos, los valores del colesterol en algún análisis reciente y las pesquisas insistentes en Google te resultan razones poderosas para alimentar la alarma. Y ahí te tienes, dividido, con la cabeza tratando de poner calma en la casa mientras las tripas andan ansiosas alborotándolo todo. Quieres pensar que, en estos casos, la cabeza acaba imponiendo su cordura sobre la aceleración paranoica de las tripas. Es lo que te gustaría. Pero no. Hay ratos que consigues encerrar la ansiedad en algún oscuro armario, sí. Pero es peor, porque cuando logra liberarse lo hace con energías multiplicadas.

Por fin, en un ataque de ansiedad, decides que te acercas a urgencias. Aunque -ironías de estos trances confusos- hasta en este punto la cabeza consigue imponer sus condiciones. Te vas a urgencias, pero será dentro de unas horas, porque antes tienes obligaciones que atender. Pues vale, así será. Luego te dirán que vaya forma de gestionar un asunto que pensabas urgente. Pero es que la cabeza tiene razones que las tripas no entienden. ¿O es al revés?

En fin, un electrocardiograma y todo solucionado. No te hacen falta los resultados: los dolores comienzan a aliviarse en el momento en que sientes las ventosas frías besando tu piel. Después vendrán unas horas de euforia y luego algunas más de agotamiento. Son el precio que habrás de pagar por tanta ansiedad acumulada.

Bienvenido al club de los hipocondríacos. Y al de los neuróticos. Por si lo dudabas, y a pesar de tu resistencia, tienes sus puertas abiertas de par en par.

2 comentarios:

Merlín Púrpura dijo...

Hola:
Al menos tienes claro que a Urgencias hay que acudir para salir de dudas, pero CON URGENCIA! Eso te lo recomienda hasta Google. Y también has de saber que del club de los hipocondriacos y/o neuróticos se puede salir. La inscropción de puede anular. Y también hay AMIGOS que te prestan su hombro si el tuyo te duele. O si necesitas mimos, te los dan. Porque te quieren Y MUCHO.

Abrazos mágicos y púrpuras.

Anónimo dijo...

Yo te digo como Merlín. Cariño tienes y lo sabes pero a veces hay que pedirlo y te aseguro que la sensación al recibirlo vale la pena.

Abrazos con un pelín de colesterol!