Llámeseme descreído. No acabo de entender que, en mi ausencia, me hayan visitado un Papanoel o unos Reyesmagos tardíos (o simplemente un ángel) que han dejado sus ofrendas en la cocina. Y eso que no tiene chimenea.
A estas alturas de mi vida solitaria ya no cuento con llegar a casa al mediodía y encontrarme con unas borrajas recién hechas. Pero allí estaban.
Me han sabido a gloria. Porque estaban muy ricas. Porque hace tiempo que no las probaba. Y, sobre todo, porque estaban envueltas en cariño y adornadas con el lazo brillante de la sorpresa.
Llorad, llorad, valientes. Un texto de Irene Vallejo.
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*El duelo hay que edificarlo sin prisa, con ritmos arquitectónicos*. Más y
más, mes a mes. No es una enfermedad de la que curarse lo antes posible,
sino ...
Hace 18 horas
3 comentarios:
Sabes que junto al mar tendrás siempre una sorpresa preparada :)
Y además, ¡te lo mereces! Que siempre has hecho eso y mucho màs por otr@s.
Besos mágicos y púrpuras
Eso pasa por ir por la vida conociendo rarit@s de otros mundos que te quieren mucho y gracias a vos a veces comen.
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