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Ejercer toda una jornada de observador de la gente, aunque sea por prescripción legal, permite descubrir atónito que todavía quedan vestigios en esta sociedad de problemas que se dirían de otros tiempos, que deberían ser historia (triste historia) a estas alturas del siglo XXI.
Como el hombre que acude a votar en nombre propio pero también ¡en el de su mujer! (eso sí, con los correspondientes DNIs en la mano). Al menos, se siente obligado a aportar la excusa de que ella está enferma y no puede salir de casa.
O la electora que sabe a quién quiere votar pero no sabe qué papeleta debe coger porque... no sabe leer, ni distingue los anagramas de los partidos políticos.
Espero que no esté lejos el día en ya no se pueda hablar de estos casos. Pero de momento, aún los tenemos a la vuelta de cualquier esquina.
¡No desperdicies el milagro de estar vivo!
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*Nadie nos avisa cuándo será la última vez. *
*No hay campana que suene, ni voz que advierta: "Esta es la última sonrisa
que verás de él." Simplemente p...
Hace 3 días
1 comentario:
cruel pero cierto jajaja
saludoss esta genial el blog
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