La soledad le hace fácil rebelarse.
La soledad le abre puertas, aunque sea a costa de no tener casa.
La soledad le multiplica los caminos, aunque no tenga adonde ir.
La soledad es su única compañera.
La soledad y el silencio. Y los botes de spray con los que deja
las huellas autógrafas de su deambular cansino por el mundo.
Como en la noche, como en los extrarradios vacíos,
la soledad le hace dueño absoluto del tiempo y del espacio.
La soledad, amarga y fría, es la llave de su libertad.
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The graffiti artist. James Bolton, 2004.
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Llorad, llorad, valientes. Un texto de Irene Vallejo.
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*El duelo hay que edificarlo sin prisa, con ritmos arquitectónicos*. Más y
más, mes a mes. No es una enfermedad de la que curarse lo antes posible,
sino ...
Hace 4 semanas